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El H&K G11, un arma del futuro

por Francisco Alvarez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A comienzos del Renacimiento, la Historia asistió a uno de los adelantos más revolucionarios que se habían producido jamás: el uso militar de la póvora y el nacimiento de las armas de fuego de uso personal. Con el correr de los siglos, se pasó del primitivo arcabuz a los fusiles de chispa, mucho más perfeccionados y que hicieron cambiar el arte de la guerra hacia concepciones mucho más dinámicas. No obstante, no se produciría un cambio radical en este campo hasta la introducción del cartucho metálico por el francoamericano Lefaucheux en la tercera década del diecinueve. La cartuchería metálica aportó al armamento seguridad, fiabilidad y sobre todo un drástico aumento de la cadencia de fuego.

 

Si nos damos cuenta, desde hace siglo y medio el concepto de arma de fuego no ha cambiado. En esencia, es un cañón de calibre reducido que dispara un proyectil prefabricado que va unido a una vaina metálica llena de material explosivo, y que se activa por percusión. Desde la carabina de repetición al Mauser modelo 1898, pasando por los primeros diseños de pistola automática de John Browning, las ametralladoras Hotchkiss y Vickers, la legendaria Thompson de la segunda guerra mundial, el G3, el Ak - 47... hasta el revolucionario G36 o el innovador FN 2000, todos comparten un mismo principio de actuación: el cartucho metálico. Con más o menos acierto, y con más o menos ventajas en cuanto a robustez, fiabilidad, facilidad de uso o empleo táctico, todos comparten la esclavitud hacia el concepto de munición impuesto por Lefaucheux en el siglo pasado.

 

En los años 60, el Batelle Institut de Frankfurt realizó un estudio sobre los factores que influían en la capacidad de acertar en un blanco al primer disparo. De las conclusiones de dicho estudio se desprendían dos opciones para aumentar la probabilidad de incapacitación, y ambas atañían a la munición en uso. La primera sugería el empleo de cartuchos multiproyectil, opción a priori descartable por su tamaño, que reduce enormemente la carga útil del combatiente. La segunda hablaba de incrementar la cadencia de disparo de modo drástico, haciendo que en un único culatazo percibido por el tirador se produjese la salida de tres o más proyectiles. Esto evitaría que el primer culatazo descolocase la línea de fuego para el segundo disparo, y el del segundo para el tercero, etc. con el consabido efecto de dispersión que tiene el fuego automático

 

Sin embargo, los fusiles convencionales no consiguen cadencias de fuego superiores a los 500 disparos por minuto, sencillamente porque su ciclo no lo permite (amartillar, extraer la vaina, montar el percutor, reintroducir una vaina en la recámara y volver a amartillar). Elevar esa cadencia requería romper con todas las concepciones que sobre fuego automático se tenían hasta la fecha. El impulso definitivo lo dio el Ministerio de Defensa de Alemania Occidental, que en un pliego de 1970 marcaba como pautas para el futuro fusil de asalto alemán el peso máximo de 4,5 kg incluyendo 100 cartuchos, los cargadores de 50 cartuchos o la alta probabilidad de incapacitación con ráfagas de tres disparos.

 

Como tantas otras veces, fue la empresa Heckler und Koch, en sus instalaciones de Obendorff, la que recogió el guante lanzado desde una teoría casi imposible y se puso manos a la obra. Pero ¿ cómo incrementar la cadencia de fuego ? Sencillamente, eliminando del ciclo de disparo todo proceso superfluo como, por ejemplo, eyectar la vaina. El objetivo era, pues, conseguir un arma que disparase munición sin vaina.

 

Para ello se fundó el consorcio GHGS (Corporación para el Diseño de Fusiles sin Vaina) entre HK y Dynamit Nobel, que sería la encargada de diseñar el cartucho. El proceso de diseño concluyó hacia 1985 y era algo similar a esto:

 

 

 

 

 

 

En este tipo de municiones se quema todo excepto el proyectil, con lo que no hay nada que eyectar. Los cartuchos van recubiertos de una laca especial que los hace impermeables y además son cuadrados, lo que implica un uso más eficiente del espacio en el cargador. Además, son un 40 % más pequeños y ligeros que la munición de 5,56 mm, lo que incrementa la capacidad del soldado en combate. Para un peso total de 7 kg, un soldado armado con un G3 puede llevar solamente 100 clips, frente a 240 que llevaría uno armado con un M16A2 y frente a 675 de uno armado con un fusil sin vaina.
Veamos ahora qué clase de arma se diseñó en torno a esta revolucionaria munición: el G11. Lo primero que cabe preguntarse es dónde está el cargador, que se sitúa encima y paralelo al cañón, al igual que en la P90. Los cargadores admiten 50 cartuchos dispuestos en monohilera y con el proyectil mirando hacia abajo. Por ello, la recámara del G11 es rotatoria, es decir, recibe el proyectil, gira 90 grados hasta situarlo en dirección al cañón, dispara y repite el ciclo, lo cual implica que en cada media vuelta carga y dispara un proyectil.

 

El ahorro de tiempo es sustancial respecto al largo ciclo de un fusil con vaina, lo que permite elevar las cadencias de disparo hasta los 2000 dpm, cifra verdaderamente enorme en un arma personal. No obstante, como veremos, los ingenieros de HK subestimaron el poder de la vaina como medio de sacar calor del arma, con lo cual los primeros G11 sufrieron muy serios problemas de recalentamiento.

 

En 1988 comenzaron las pruebas definitivas del sistema de armas. Se asignaron rifles a diversas Unidades del ejército alemán, que sistemáticamente se dedicaron a llevar el arma a sus extremos (rebozarla en barro, hornearla, sumergirla, golpearla, enterrarla en arena, congelarla...), pruebas en las que el G11 siempre se demostró como sumamente resistente y fiable, pese a estar construido enteramente de polímero. No obstante, con los resultados de estas pruebas HK realizó algunas correcciones a su diseño inicial saliendo a la luz el G11K2, que es el modelo definitivo.

 

Este fusil reduce la capacidad de los cargadores a 45 proyectiles, aunque permite llevar dos cargadores adicionales a los costados del que está alimentando al arma, encima del cañón. Incorpora una mira de tres aumentos y medio, amén de miras de emergencia moldeadas en el plástico por si fallara la óptica. Además, está preparado para acoplarle una bayoneta, un bípode y una mira láser.

Por aquel entonces, el Ejército de los Estados Unidos lanzó el programa ACR (Advanced Combat Rifle) buscando un sustituto para sus M16. El excelente diseño de Eugene Stoner, el Armalite, presentaba grandes problemas que aún hoy día tiene, y los americanos decidieron estudiar las propuestas de las principales industrias armamentísticas del mundo.

 

HK concurrió a dicha cita con su revolucionario G11. Tras las pruebas a las que fue sometido, los norteamericanos quedaron sorprendidos por su facilidad de manejo (se aprendía a usar en la mitad de tiempo que un M16), su alta capacidad de munición, la sencillez de su montaje y desmontaje en el campo, su robustez y su extraordinaria precisión. Era, en suma, el fusil ideal. Un recluta tenía un 50 % más de probabilidades de acertar armado con un G11 que portando un M16.

 

Ahora bien, ¿ por qué no está en servicio esta maravilla ? Muchas son, sin duda, las razones. En primer lugar, la proverbial reticencia del ejército americano al empleo de material extranjero. En los últimos tiempos, solo la Beretta M9 y luego la HK Mk23 SOCOM han conseguido hacerse un hueco entre el equipamiento oficial de los soldados de USA. Confiando excesivamente en el poder de detención del calibre .45 ACP y con severas reticencias en lo que a uso de polímeros se refiere, el combatiente norteamericano recibió un grave mazazo moral al tener que reconocer, a través del ACR, que el país que es la meca de las armas estaba rezagado respecto a Europa en su diseño y construcción.

Como consecuencia, si no puedes derrotar a tu enemigo únete a él. Por ello, el US Army encargó a HK el diseño del que hoy es el SABRE, es decir, el OICW, y la declaró ganadora del concurso destinado a dotar a sus fuerzas especiales de una pistola ofensiva de calibre .45

 

 

 

¿ Y los alemanes ? Auspiciadores originales del proyecto G11, tuvieron que afrontar las graves pérdidas económicas que supuso la caída del Muro de Berlín en 1989 y no pudieron hacer frente a la adquisición del fusil y a su entrada en servicio. Además, heredaron mucho material soviético de la Alemania del Este y no necesitaban, por el momento, un nuevo fusil. No obstante, y del mismo modo que los americanos, encargaron a HK el diseño de un nuevo fusil convencional como "compensación" por el tremendo desplante que le habían hecho al no comprar el G11, lo que desembocó en la creación del G36 que tan buenos resultados comerciales ha dado a la empresa de Obendorff.

Por lo tanto, el mejor fusil del mundo duerme por ahora en el corazón de las naves industriales de una fría y gris ciudad alemana. ¿ Cuándo lo veremos en el campo ? La respuesta solo el futuro la deparará... quizá nunca veamos al G11 como tal pero es muy probable que HK, propietaria del "corazón" del arma, realice nuevos y revolucionarios diseños a partir de ella. Cuando un gobierno sea lo suficientemente valiente como para adoptarlo, allí estará el G11.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Artículo por: Francisco Alvarez